jueves, 30 de octubre de 2014
Vuelta la burra al trigo
Se cumplen hoy cuatro meses desde la ruptura. Sé que lo sabes y te acuerdas.
He pasado una noche bastante asquerosa, despertándome cada pocas horas y teniendo problemas para volverme a dormir. Diría que no sé qué lo ha motivado, pero en este caso la cosa está bastante clara: has sido tú otra vez la culpable. ¿Es muy duro, muy directo? No lo sé, pero es la verdad.
Por algún motivo escogiste la noche de ayer para volver a socializarte con los amigos que habías dejado de lado. Fuiste a aquel acto, en el que sabías sin ningún género de duda que yo iba a estar (entre otras cosas porque formaba parte del grupo que lo organizaba y actuaba); estuviste charlando en una punta del local con varias personas mientras yo hacía lo propio en el otro lado; y, cuando no quedó más remedio, nos juntamos en el mismo corrillo. Estuvimos educados, charlamos de cosas del día a día, y no nos hicimos preguntas incómodas ni realizamos comentarios con doble sentido.
Hasta ahí todo genial. Lo que no consigo entender es por qué, cuando algunos nos fuimos a otro lado (y te propusimos por cortesía acompañarnos si te apetecía), no renunciaste educadamente. Te quedaste charlando con algunas personas un rato, y al cabo de una media hora apareciste sola en el lugar a donde nosotros habíamos ido a celebrar el éxito del evento. ¿Para qué? ¿De repente sentiste la necesidad de juntarte con toda la gente a la que llevabas tiempo sin hablar? ¿Era estrictamente necesario que lo hicieras estando yo presente?
No sé si alabarte por haberlo hecho de una vez (sinceramente me daría mucha pena que te alejaras de este grupo de personas tan maravillosas), o si pensar que eres simplemente tonta. No das una a derechas conmigo desde hace cuatro meses. Y lo peor es que no sé si te das cuenta.
No sabes medir los tiempos, no sabes leer las señales, no eres capaz de afrontar como alguien maduro los problemas, y eres capaz de hacer todo el daño del mundo (en cuatro meses) a quien te ha querido con toda su alma durante nueve años.
¿Querías estar conmigo? ¿Te sientes sola? ¿Te da pena alejarte de ellos? Había infinitos momentos y formas mejores mejores para hacer todo esto que ayer. Ese momento era mío; era mi noche, mi actuación y mi celebración. ¿Crees de verdad que merecías o tenías que estar en ella después de todo? Vagas por el mundo pensando únicamente en ti misma. Es algo que cada día tengo más claro.
El mayor problema es que eres incapaz de dejarme sanar. Supongo que tienes la necesidad de mantenerte cerca de mí de alguna forma, y por eso cada cierto tiempo me tocas las narices de alguna forma. No sé si no soportas que no te hable, o que esté enfadado contigo, o qué. Pero al final vas a conseguir lo que no ha conseguido nadie durante toda mi vida: cabrearme de tal manera que te acabe mandando a la mierda de una forma dolorosa para ti.
¡Empieza a madurar de una vez! Ya eres mayorcita para darte cuenta de que los errores que cometemos tenemos que pagarlos. Sé que seguramente es la primera vez que te expones sin ayuda de tu familia a esto, pero nunca es tarde para aprender a hacer las cosas bien.
P.D.: como verás, nuevamente se cumple lo que te dije que ibas a hacer. ¿Seré un pitoniso, o es que quizás eres demasiado clara?
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