viernes, 13 de marzo de 2015

Casi un parto después...


Todavía no me puedo creer cómo ha cambiado mi vida en este plazo de tiempo. De vivir contigo, sentirme feliz a tu lado, a sentirme dolido y vacío cada vez que coincido contigo por cualquier motivo.

Durante este periodo he rehecho mi vida como mejor he sabido y podido. Tengo una nueva pareja, una nueva casa, nuevo trabajo... y me he propuesto mantenerme alejado de ti durante el mayor tiempo que me sea posible. El problema es que tú pretendes de alguna manera ligarte de nuevo a mí: me escribiste para decirme lo mal que lo estabas pasando, insistes en sonsacarme información cada vez que hablamos por cuestiones relacionadas con correo o cualquier otra excusa, y no te das cuenta (o te la das y te da lo mismo) de que no quiero saber nada sobre ti.

No es que no me interese, o que en cierto modo no me preocupe. La realidad es que cada vez que contactamos me haces daño, me recuerdas lo que me hiciste, lo desleal y tremendamente traicionera que fuiste durante tanto tiempo. Y siento ahora mismo que me va a ser difícil poder perdonar eso. Cada vez que hablo contigo o te veo me siento vacío, te percibo como si estuvieses muerta para mí.

Me duele muchísimo percibirte así, tras nueve años de relación en la que puse todo de mi parte para que fueras feliz a mi lado. Ahora veo que me equivoqué en casi todo: en el tiempo que malgasté, en cómo te percibía, en la forma en que te quise. Jamás recuperaré todo aquello que tuvimos, en el tiempo que pasamos realizando actividades que a los dos nos encantaban, en todo el mundo que descubrimos juntos.

Me siento triste hoy, está claro. Te añoro, y es indiscutible. Pero cada vez que recuerdo el mes de junio, me entran unas ganas tremendas de gritar. Es posible que el tiempo me ayude a hacer más llevadero el dolor, pero dudo que me haga olvidar.